Siempre podemos decidir y elegir algo que nos lleve a subir nuestra frecuencia.
Pero es necesario volverse contemplativos, vivir la vida como una meditación, para así ver y gestionar nuestras emociones y nuestras creencias. Integrar la práctica de la meditación a nuestro día a día nos da la oportunidad de transformar las emociones de baja frecuencia en otras de mayor frecuencia, como el amor, la alegría, la paz interior… Es curioso cómo creemos que la paz interior es aburrida, y puede serlo cuando tenemos un concepto erróneo o limitado de la alegría.
La alegría no es estar alegres de forma forzada, es sentirla en el corazón y el amor es la emoción, según la clasificación de las emociones de David Hawkins que le antecede. Por lo tanto, cuando conectamos con el corazón y actuamos en consecuencia sosteniéndolo en el tiempo podremos sentir alegría al subir nuestra frecuencia.
Es un estado de plenitud y gozo que crea expansión, amplifica nuestra aura, por el trabajo de despego al miedo y egoísmo. Eso nos lleva a que debemos hacernos responsables de lo que pensamos y sentimos, lo que hace necesario un trabajo de auto-observación para reconocer qué pensamientos y emociones son nuestras realmente, ya que absorvemos mucho del entorno.
Además, cuando estamos durmiendo, el inconsciente está abierto y puede entrar mucha información del inconsciente colectivo o de otras personas, por lo que es muy importante discernir y filtrar toda esa información porque podemos hacerla nuestra y creer que somos, pensamos y sentimos así.
Por lo tanto, desear paz es lo mejor que podemos hacer, ya que enviamos una vibración de alta frecuencia a los demás, pero es importante “poder” hacerlo, gestionar nuestras emociones y pensamientos, por lo que necesitamos vivir como en una meditación.
Asumir esta responsabilidad nos libera. Si estamos en una relación o tenemos una relación del tipo que sea con alguien y llega un momento en que no podemos entendernos porque la frecuencia nos separa o nuestra forma de ver la vida es diferente, mejor no provocar que la otra persona sea la que diga “me voy”, simplemente vete. Si tienes alguna responsabilidad, si has asumido alguna responsabilidad, con esa persona, lo mejor es rectificar y dejarlo.
Sólo desde el miedo se actúa de esa manera y así no entrará la alegría, esa alegría auténtica.
Muchas veces la vida nos propone relaciones o circunstancias y nos hace tomar decisiones y elecciones. Pero eso no tiene porqué ser para toda la vida. Hay personas que sabes que siempre estarán contigo de una u otra forma, pero hay otras que también sabes que se ha terminado una etapa, un ciclo. A esas personas les deseo mucha paz, porque sé que así un día, cuando se liberen de sus miedos y apegos emocionales, podrán conectar con la alegría y llegar a tener paz un día.
Es importante darse cuenta que cuando una barrera frecuencial se interpone entre dos personas, por mucho que quieras atraparlo creyendo que te pertenece, lo único que se logra es crear una distancia aún mayor.
A todas esa personas, les deseo mucha paz.
Yo elijo desapegarme de patrones que dictan cómo tenemos que actuar y de las personas que tratan de conducir mi vida por sus propios miedos y apegos.
Eso les pertenece a ellos y a ellas. Contra la frecuencia poco se puede hacer, de ahí que muchas personas, desde la inconsciencia, el miedo y la impotencia, pero sobre todo por su lealtad a las propias emociones y patrones mentales fruto de sus heridas, tratan de bajar nuestra frecuencia para equilibrarnos, pero el juego es el contrario, subir la nuestra desde la motivación.
El Maestro dijo: “Últimos serán los primeros”. La humildad es el paso imprescindible para entender que nadie nos pertenece, que estar empoderados no es lograr que los demás hagan lo que queremos. No hay nada como tener un propósito que guíe nuestro propio camino.
Esto me invita a reflexionar sobre si en realidad alguien que juega a ser un Dios pequeño con aires de grandeza puede actuar así. Sin embargo, creo más que en su interior hay un gran miedo, un gran vacío que no puede o no quiere afrontar. Por experiencia sé que no hay nada mejor que un período de soledad para enfrentarse a nuestra sombra.
Estamos en un período en el que la energía nos lleva a identificar qué nos atenaza, qué nos roba la paz. Para afrontarlo hace falta una buena dosis de valentía y para ser valientes, no osados, humildad. Es la humildad la que nos permite abrirnos a nuestro mundo interior y salir del escondite que te obliga a estar oculto u oculta para que no te vean y al mismo tiempo, cuando los otros sucumben a tu intención oculta, no apuntarles diciendo que fue su propia elección y trascender la herida del niño o la niña que un día tuvo que esconderse porque siendo visible era señalado o señalada, o sufría.
Que las relaciones sean de colaboración, no de jerarquía. Se necesita en este tiempo y en el futuro, trascender esa individualidad sin disolverse en la masa, conservando el propio liderazgo que esté al servicio de la comunidad. Pero se requiere paciencia y trabajo interior. Cuando es necesario parar, hay que hacerlo porque aunque parezca una pérdida de tiempo, al final podremos avanzar más.
Romper el bucle y entrar en una espirar evolutiva. Y la lección más importante: aprender a retirarse de las personas que nos crean un problema para luego ofrecerse como la solución. Maestros que nos enseñan el desapego.
Que tengan mucha paz.