Frecuentemente esperamos a tomar decisiones hasta que alguien nos valide. A veces de forma inconsciente y otras conscientemente, porque no acabamos de confiar en nosotros. Con esta actitud lo que hacemos es darles el permiso para que dirijan nuestra vida.
Tomar la responsabilidad de nuestra vida es asumir nuestro rol en el juego de la vida, equivocándonos unas veces y acertando otras. No es necesario tomar riesgos extremos, pero sí actuar ejerciendo nuestra voluntad.
Aquí es importante darnos cuenta con la auto-observación, el discernimiento y la auto-indagación desde el silencio reconocer nuestra propia energía, nuestra forma de actuar y de pensar, sopesando lo que nos conviene en cada momento, pero siempre a partir de un impulso del corazón.
Por eso es tan importante reconocer nuestra propia esencia, cómo somos, cómo pensamos, cómo actuamos, qué queremos en la vida, porque esa también es nuestra aportación a la sociedad. Escuchar a los demás, a las personas a quienes valoramos y respetamos, a las que son un ejemplo, pasarlo por el filtro de nuestra frecuencia y todo aquello que no resuene o despierte una voz interior que diga que no es bueno, dejarlo.
Estamos en unos momentos de confusión donde hay un exceso de información y, sobre todo, de opinión. Cada vez se echa de menos más una conversación honesta y sincera, ya que el ruido mental es cada vez mayor y cuesta acceder a una claridad honesta.
Parece haber una carrera para llegar a no se sabe bien dónde, prisa por ser mejor que los demás… Todo esto es un reflejo de lo que el inconsciente colectivo, los residuos energéticos de la sociedad está soltando. La vida se ha acelerado y corremos el riesgo de ser arrastrados por una marejada energética que nos lleve a cualquier parte.
Es preciso parar. Apartarse del ruido y de la emergencia, situarse en el centro de la tormenta para que no nos afecte o nos afecte lo menos posible. Es preciso encontrar foros donde poder estar en quietud y aportar algo de paz a este mundo agitado.
La naturaleza es un escenario magnífico, pero también debemos encontrar a esas personas que nos aporten paz, que nos permitan conectar con lo que somos, que nos respeten, que sean una energía que nos de estabilidad, con las que podamos compartir una forma de ver la vida diferente, desde otra perspectiva.
Para eso debemos ser nosotros quienes tengamos paz, respetemos a los demás, seamos tolerantes, aportemos una mirada diferente y nos convirtamos en el ejemplo que queremos tener a nuestro alrededor.
Debemos recobrar nuestro valor, no esperar a que nos validen o nos den permiso para vivir o para actuar. Solo tenemos que ver las redes sociales para comprender lo que ocurre y es un reflejo de la sociedad, además que marca tendencia.
Ser genuinos, no importa lo que otros puedan opinar de nosotros, ni debemos enjuiciar lo que otros hacen o dicen, ya que cada uno, como dice un Maestro, se está conociendo, está buscándose, tratando de encontrarse.
Platón decía que a los presos había que educarlos, no castigarlos. Por lo tanto, debemos pensar a largo plazo, esto no es una carrera de velocidad, sino una maratón.
Hay personas que se pasan la vida corriendo de un lado para otro, muchas veces sin rumbo fijo, incapaces de pararse mucho tiempo en un sitio, porque lo entienden como una pérdida de tiempo. Unos lo justifican como una manera de descargar adrenalina, otros porque les relaja, otros porque es deporte y si es en la naturaleza, pues mucho mejor, ya que respiran aire puro. En fin, cuando de broma les dices que correr es de cobardes, ya te sacan alguna frase hecha para contrarrestarla.
Lo cierto es que sirve como un simbolismo para esas personas que no pueden estar quietos mucho tiempo, que siempre tienen que hacer algo para dar sentido a sus vidas. Pero en estos casos, ni se acuerdan de lo que hicieron la semana pasada, porque actúan de manera autómata. Es hacer por hacer. Mejor andar de un lado para otro que pararse a pensar, porque de esta manera corre el riesgo de verse a sí mismo y eso da mucho miedo. Pánico en algunos casos.
De la misma manera actúa su cerebro. No para de pensar y tramar constantemente, nunca se relajan y acumulan, sin darse cuenta, estrés y cansancio. Cuando entablas una conversación y quieres tocar temas algo trascendentales, comienzan a ponerse nerviosos y nuevamente huyen con alguna salida original o cambian de tema sin más. No deja de ser un mecanismo de defensa que todos hemos utilizado en más de una ocasión, necesario a veces porque necesitamos desconectar de la cruda realidad y evadirnos un poco, pero esto debemos hacerlo “conscientemente”, sabiendo que nos estamos evadiendo.
Esta es una forma de pasar por la vida sin estar realmente en ella, sin estar conectados con nosotros mismos, para lo bueno y para lo malo. Hay que hacer, hacer y hacer. No importa qué, pero no se puede estar parado. Lo mismo pasa con las personas mentales, que acumulan conocimiento, bueno, más bien información en la mayoría de casos, que realmente les sirve para muy poco en la práctica. Pero les es muy necesario tener su mente ocupada todo el tiempo.
Deberíamos darnos el permiso a no hacer nada de vez en cuando. No pensar, no hacer, no hablar… Nada. Aunque parezca una pérdida de tiempo, realmente es un lujo al alcance de cualquiera. Es una forma de darle al botón de “reset” para que todo se asiente en nosotros. No es pereza, es una forma de meditación que nuestro sistema nervioso, el inmune, nuestro cerebro, nuestra mente y nuestro organismo en general necesita para poner todo en orden con la finalidad de sentirnos con una forma de bienestar general que hace que veamos la vida de otro color.
Haz una prueba si te da miedo sentarte y cerrar los ojos. Ponte a hacer algo que te guste. Sólo una cosa. Coser, cocinar, hacer manualidades, escribir, pintar, dibujar… O simplemente coloca un reloj delante de ti. Céntrate en lo que estés haciendo, y sólo en eso. Observa si la mente se te va a otro sitio. Si es así, vuelve a centrarte en lo que estás haciendo. Si llegas a un minuto así, date un premio bien merecido. Permítetelo. Si no pudiste, no importa, hayas llegado a donde hayas llegado está muy bien. Todo es un entrenamiento y la mente no es menos.
Cada vez irás logrando centrarte más. Algún día puede que te cueste más que otro, dependiendo del ruido que tengas en forma de preocupaciones o cosas que tengas pendientes. Permítete cada día un momento sólo para ti. Aleja todo lo demás. Todo es secundario. De esta manera comienzas a valorarte más a ti mismo, a perder el miedo a reconocerte y a ocuparte realmente de ti.
Algo que no cuesta ningún esfuerzo, aunque ya se habrá convertido en un vicio adquirido, que puedes hacer también es que cuando llegues a casa no enciendas la radio ni el televisor ni pongas música. Prepara la comida o haz lo que tengas que hacer sin ruido. Seguro que ni le prestas atención a lo que escuchas pero por sentirte acompañado o acompañada necesitas ruido a tu alrededor. Esto también dificulta escucharte a ti. Poco a poco irás perdiendo el miedo a estar contigo plenamente y buscarás más tiempo para dedicártelo.
Esto no implica que te vayas a aislar del mundo, simplemente que estés más tiempo contigo realmente, con tu verdadero Ser. Cuando pase cierto tiempo irás reconociéndote. Verás cosas que te gustan más que otras, pero de eso se trata. Reconocer lo que no te gusta mucho para ir cambiando poco a poco, porque el cambio es renovación y esto implica evolución y ser mejores poco a poco cada día. Al mismo tiempo ganarás en amor propio, o lo que es lo mismo, te querrás un poco más cada día. Verás lo importante que es eso para tu vida.
Tu visión del mundo también irá cambiando porque serás capaz de ir poniéndote en el lugar de los demás y no juzgar, porque por ahí tú también pasaste. Y lo más importante, poco a poco dejarás de ir corriendo de un lado para otro sin sentido, estarás más pendiente de lo que te pasa y de lo que haces, viviendo cada momento, ya sea en soledad o con los amigos, familia, etc. Eso es estar presente. Estar en el aquí y el ahora. Y si te gusta correr, lo disfrutarás más.
No es tan difícil. Sólo hay que proponérselo y probar un tiempo. El estrés es la epidemia del siglo XXI, y es muy serio. Es un síntoma de que no encontramos lo que buscamos, que es a nosotros y a nosotras. Y la solución está en buscar momentos para estar con la mejor compañía, y está muy, muy cerca.