El horizonte es aquél que vemos a lo lejos y que nos causa cierta admiración por descubrir qué hay más allá. Nos demos cuenta o no, cuando miramos al horizonte, ya sea en el mar o la montaña, hay algo en nuestro interior que nos invita a querer conocer más, a ir más allá de donde estamos.
Lo curioso es que siempre hay un horizonte nuevo, por eso tener una meta en el sentido literal no es tan aconsejable, ya que al lograr algo, corremos el riesgo de detenernos y estancarnos. Debemos continuar andando con la vista puesta en ese horizonte, sabiendo que por el camino podremos ir encontrando pequeños o grandes logros, pero también decepciones, que en realidad son lecciones para continuar nuestro camino, ayudándonos a salir de los baches del camino, a aprender a surfear la ola que muchas veces nos ha arrastrado, ya sea por un estado emocional o por problemas e inconvenientes.
Por eso es tan importante tener un horizonte al que mirar, porque así tenemos una dirección a donde dirigirnos, a donde enfocarnos, para no ir a la deriva. Luego, con el tiempo, podremos tener un horizonte diferente, y eso es parte de la vida, pero sí es verdad que en este sendero de descubrimiento de quiénes somos necesitamos tener un punto de referencia para no ir dando tumbos de un lado para otro, o lo que es lo mismo, ser arrastrados por las olas.
También aprendemos a estar atentos de la próxima ola, para que no nos coja desprevenidos, a verla venir y que su impacto sea el menor posible. Esta actitud es la que nos hace cambiar un aspecto fundamental en nosotros: crear el nuevo hábito de ver oportunidades en lugar de problemas. Entender qué nos ocurre para revertir la situación y no volver a repetir los mismos patrones cada vez, porque eso nos estanca y no nos deja avanzar.
Si nos damos cuenta de que algo nos atrapa, sabemos que es algo que está en nosotros y que debemos cambiarlo. Para ello debemos tomar consciencia de que es así, que lo que ocurre está dentro de nosotros y que nuestro sistema de creencias necesita ser cambiado.
Por eso, cada vez que empezamos algo nuevo, lo primero que ocurre son los tropiezos. Comenzamos con mucha ilusión y la vida parece que nos tiene reservada una gran desilusión para que abandonemos. Así culpamos a la vida. Sin embargo, cuando nos detenemos y tratamos de observar qué nos sucede, qué nos limita a continuar, entendemos que hay información en nuestro interior que nos trae recuerdos de etapas anteriores en nuestra vida, que nos indica por dónde se encuentran esas limitaciones.
Ser arrastrados por la ola es algo que nos ocurre a todos, ya seamos más conscientes o no, incluso a veces nos olvidamos de que es una ola y nos entregamos al personaje que se muestra y vivimos nuevamente el pasado. Esto nos recuerda que el pasado existe para ser cambiado cuando nos limita porque es la forma que tiene la vida de mostrarnos a qué debemos prestar atención para reencontrarnos con el Ser que verdaderamente somos.
Si algo nos afecta, es una señal que la vida nos envía. Cómo nos afecta es la señal de nuestro cuerpo que nos dice que debemos atender nuestras limitaciones o aprovechar su impulso.
Siempre hay un horizonte nuevo, por eso tener una meta no es tan aconsejable, ya que al lograr algo, corremos el riesgo de estancarnos. A la vez nos recuerda que si caemos, nos podemos levantar y seguirlo con su guía.