Las almas pactan su venida a La Tierra, donde habitan un cuerpo a vivir las experiencias que necesitan para su evolución. Se encuentran a lo largo de la existencia con los padres que han elegido, con los hermanos, familiares, amistades, entorno escolar, entorno laboral y, cómo no, cuando forman su propia familia o cuando eligen pareja con la que tener una relación.
En todas las relaciones, pero especialmente con los padres y las parejas, porque son con las que conviven durante más tiempo, es donde la mayoría de las veces se tiene las mayores experiencias, más aún cuando al ser parejas acuerdan tener hijos, con los que también tienen experiencias y que los han elegido a ellos.
Pongamos el caso de una pareja. Conviven durante años y poco a poco aquella luna de miel que hizo que se encontraran primero y luego convivieran, incluso que formaran una familia, va cambiando a una relación más monótona, en la que ya todo ocurre por inercia. No hay sorpresa, por ejemplo, porque uno no quiere tenerlas, ya que la seguridad de tener el control en su vida le da mucha paz, pero a la vez a la otra persona puede ser que lo que le da paz sea lo contrario, no tener tanto control en su vida y dejarse llevar por ella.
Cómo se tome cada uno la situación hará que ambos puedan aprender el uno del otro o cada vez se separen más. Si quien necesita tener el control y programarlo todo de antemano para que la vida ocurra tal y como diseñó en su mente, no es capaz de ver la necesidad de la otra persona de dejarse sorprender, de tener más libertad de acción, de incluso no hacer nada, quien tenga un mayor nivel energético, mental o emocional, seguramente será quien domine la situación. Y ya este término está definiendo la relación, porque hay alguien que “domina” al otro.
Por eso es imprescindible tener un espacio para cada uno cada día, apartado del mundo y de las otras personas con quien se conviva, ya que es la única manera de reflexionar y de ir reconociendo sus propias necesidades para así poner límites e ir conquistando su propia esencia, que se ha ido perdiendo a lo largo del tiempo. Lo fundamental es llegar al entendimiento de que gracias a esa misma relación la vida les pone en una situación cada vez más incómoda para que llegue el día en que deban detenerse y mirar hacia el interior.
En lugar de culpar al otro, a la otra, esa comprensión es la que los liberará, porque la vida está a la vez pidiendo ser reconocida y esa es una forma de hacerlo. Entonces comenzará a cambiar la relación y lo hará conforme a como se vayan transformando individualmente cada cual.
Entenderán que uno vino a aprender a soltar el control, a ser más flexible, a tener en cuenta a las otras personas, a no tener siempre que organizarlo todo ni a organizar la vida de los demás. También a comprender que si necesita realizar algunas actividades que a la otra persona no le gusta, pueda a la vez permitirse un espacio para sí mismo y hacer lo que le guste sin culparse por ello.
La otra persona, puede entender necesita aprender a poner límites, a decir no cuando algo no le gusta, aunque también deba ser flexible y ceder en algunas cosas sin renunciar a sí mismo o a sí misma. A liderar su vida, a tener las riendas de su vida sin culparse por ello, ni culpar a la otra persona porque siempre haya que hacer lo que diga. A reclamar un espacio para sí mismo, a hacer también lo que le guste aunque no le comprendan.
A todo esto lo llamamos tolerancia, y ésta, como todo, empieza por uno mismo, por una misma. Para ello debemos trascender tantos tópicos y creencias impuestas en la sociedad que nos enseñó a callar y a ser tolerantes desde la sumisión, no desde el respeto. Por eso debemos volver a dar el verdadero significado a las palabras y quitarles la carga energética que hemos imprimido durante tantos años para oprimirnos.
Así podremos ir recuperando el equilibrio, la templanza, el respeto y el amor por nosotros y nosotras, ya que si no es así, acabamos en depresión, tristes y sin ilusión.
La otra persona es un espejo que nos está haciendo ver lo que debemos cambiar en nuestro interior, pero los quehaceres de cada día, las obligaciones, las responsabilidades y todas las demás cosas que hemos buscado y la vida nos ha dado para encontrar nuestro límite y cambiar, nos ha impedido ver lo que nos ocurre, lo que nos lleva a separarnos cada vez más de la otra persona y de nosotros mismos.
En cualquier caso, será también el alma quien decida cómo será la experiencia dependiendo de la conciencia que ambos vayan adquiriendo durante el proceso y a dónde les lleva conforme a lo que hayan venido a aprender y llevar a la práctica. Muchas veces esa relación era un paso para aprender lo que precisaban cada quien y luego seguir su camino por separado. Otras a continuar juntos aunque de otra manera. Eso ya la vida lo irá revelando, pero todo dependerá siempre del nivel de conciencia que vayan adquiriendo y sobre todo, de si han entendido que hay un plan mayor, un propósito mayor.
Porque todo lo que experienciamos es para llegar a reconocernos, a reencontrarnos, y continuar nuestro camino individual, ya sea de la mano o no de otras personas, poniendo siempre el amor que es el que amalgama todo, lo que cohesiona por encima de todo. Por eso todos somos Uno.