Al despertarme esta mañana, el espejo me devolvió una reflexión. Cada vez que confrontamos nuestro sistema de creencias con la vida, si estamos en su flujo todo va sobre ruedas, como suele decirse. Sin embargo, cuando no es así, algo sucede en nuestra mente, luego con nuestras emociones y finalmente, si no hemos sido conscientes de ello, lo sentimos en nuestro cuerpo físico en forma de malestar, dolor, o cualquier otra afección.
Por eso es fácil, y útil a la vez, comprender que eso nos sucede a todos y a todas. Por esa razón, al ver a alguien, sea o no cercano a nosotros, en un estado que no es el de equilibrio o paz consigo mismo, es oportuno darnos cuenta de que está atravesando por un momento de confrontación personal.
Llegan situaciones en que parece que estamos peleados con el mundo, que no sabemos a dónde apuntar y abrimos fuego a discreción, porque no podemos apreciar el origen de lo que nos ocurre. Se produce un clima de confusión, que puede sobrevenir en un caos profundo. Dicho de forma cuántica, muchas posibilidades se nos muestran en nuestro universo personal y colapsamos nosotros, dando como resultado la manifestación de algo que no habíamos elegido conscientemente.
Así funciona el subconsciente y el inconsciente. Al no ser “conscientes” de la información que se ha detonado, ha creado una realidad que nos sobrepasa y nos distorsiona. No solamente en nuestro cuerpo, sino en nuestra propia realidad. Así vivimos en carencia, falta de autoestima, frustración, intransigencia…
Ahora veamos la realidad de forma colectiva. Ver la realidad de una célula que contiene otras células, como nosotros con respecto al planeta. Un conjunto de células (seres humanos) que creamos una realidad porque hemos elegido una posibilidad que no es la que nos conviene para estar en armonía y conforme al flujo de la vida. Así aparece la violencia, los estados de depresión colectiva, en definitiva, estar enganchados a situaciones que no son las más armoniosas.
A medida que nos enganchamos más seres a esa posibilidad, la hacemos más grande y así creamos más caos hasta tal punto que quienes estén en el entorno pueden acabar sucumbiendo a él, ya que la marea energética se hace más fuerte y mayor, y ya sabemos que no podemos huir de la marea, porque tiene mucha más fuerza que nosotros.
No queda más remedio que unir fuerzas para cambiar nuestra conciencia y unirnos al flujo de la vida o salirnos del entorno, porque si no nos veremos arrastrados por la marea. Esa es la realidad que estamos viviendo, y la que seguiremos viviendo por un tiempo.
Yo le dije al espejo: es cierto, eso es así, sin embargo, yo tengo la esperanza, que es un anhelo del corazón, de que juntos podremos formar una mayoría que podamos fluir con la marea y llegar a buen puerto, de una pieza, tal vez con magulladuras, pero en paz y con una sonrisa.
Por ello agradezco las experiencias, a los seres humanos que dedican su tiempo y energía a compartir lo que tienen para que entre todos continuemos despertando del letargo que nos impide ver y percibir con claridad.
Si algo aprendí, aunque reconozco que alguna vez se me olvida por momentos, es que la gratitud y mirar con los ojos de la bondad y la inocencia me hacen mucho mejor y me permite surfear las olas mucho más fácil. Hemos venido a ser conscientes de este juego que el espejo me mostró para salir del sueño en que nosotros mismos entramos por decisión propia. Eso me hace ser más responsable de mí y asumir mi rol en el juego.
Da igual la vestidura que nos pongamos, hoy puedes ser esto o aquello, lo importante es no perder la consciencia de que vinimos a ponernos a prueba y lograr el éxito en la misión.
Gracias espejo por tus reflexiones.