Gurú quiere decir el que ilumina la sombra. Para serlo, hay que ser muy sabio y muy desprendido de todo egoísmo.
Rumi decía que hay quienes conocen y saben que saben. Son los sabios. Síguelos, pero ten cuidado.
Con su sabiduría refinada dijo, síguelos, pero con cuidado. Nos invita a tenerlos como referencia, pero no que les sigamos como un modelo, ya que si así lo pretendiera no sería un verdadero sabio. En nuestro ejemplo, un verdadero Gurú.
Nunca hay que dejarse llevar por los demás, sí escucharles cuando hay algo que despierta nuestro interés, porque quienes tienen conocimiento de la vida y creen estar por encima de los demás, ya están demostrando que no cumplen con lo que nos enseña Rumi. Por lo tanto, debemos tener siempre mucho cuidado, porque la intención última la desconocemos.
Estamos en un tiempo en que debemos recuperar nuestro poder personal, superar las programaciones que hemos ido creando con el paso del tiempo y las creencias limitantes o que no tienen nada que ver con nuestra verdadera esencia, y trascenderlas. Nadie es mejor que nadie ni nadie es incapaz.
Henry Ford dijo: “si crees que puedes hacerlo, tienes razón; si crees que no puedes hacerlo, tienes razón”. Y hace muchos años que lo dijo.
Carl Jung dijo que “hasta que no hagas consciente lo inconsciente dirigirá tu vida y lo llamarás destino”.
Séneca dijo que “la esclavitud más denigrante es la de ser esclavo de uno mismo”.
Todo tiene que ver con nosotros. Cuando volvemos la mirada a nuestro interior, en lugar de ser arqueros que lanzamos flechas a otros, tenemos un tesoro, porque, como también dijo Séneca: “no hay viento favorable para aquel barco que no sabe hacia qué puerto se dirige”.
Se puede contar muchas historias pero, en el fondo, cuando buscamos un momento para amar nuestra soledad es cuando podemos comenzar a ser nuestros propios gurús, porque de eso se trata.
Llegan momentos en la vida en que hay que detenerse, despojarse de muchas cosas, relaciones, aficiones, para afrontar nuestra verdad. Dirigirse hacia afuera es solo dilatar el proceso.
Lo positivo de ser la diana a la que apuntan las flechas lanzadas por otros es que nos permite empatizar con ellos, porque cuando se establece una conexión, la comunicación fluye en ambos sentidos. Sientes su dolor, su frustración, su forma de ver y entender la vida, que tiene que ver con su sistema de creencias.
Cuando podemos apreciar esto, la vida nos está haciendo un hermoso regalo: nos dice que hemos avanzado mucho más de lo que creíamos, porque si somos capaces desde nuestro dolor ver el sufrimiento de otros, estamos en el camino correcto.
Mi profundo anhelo es que los arqueros, un día destensen su arco, guarden sus flechas y sean capaces de mirar a un lado y a otro. En ese momento reconocerán que aquella diana estaba mostrando el camino de la Unidad.
Si todos, con nuestros diferentes proyectos de vida, nos uniéramos en un proyecto mayor y nos diéramos la mano, habríamos logrado algo más importante que nosotros mismos: dedicarnos a un bien mayor. Desde la diferencia, desde el prisma que permite que un arcoiris se muestre en el horizonte.
Es muy fácil, sólo se trata de ser valientes, de comprender en su significado más profundo lo que es la valentía.
Lao Tse dijo: “El ser humano dueño de sí mismo, no tendrá otro amo”.
Debemos convertirnos en Mahatmas, almas grandes, y como dijo el Mahatma Gandhi: ser el ejemplo que queremos ver en el mundo.
En el Zen, se toma el arquero como el arquetipo de lo correcto. El arquero, en lugar de fijarse en el blanco, debe centrarse en sí mismo: su equilibrio, su posición con el arco y la tensión que aplica, su respiración… Esto le permite alejar los pensamientos y las emociones. Así la flecha encontrará su verdadero destino.
Todos sabemos que en Oriente se dice que cuando un dedo apunta adelante, otros tres apuntan hacia nosotros.