El libro de Yoshifumi Miyazaki Shinrin-Yoku, Baños curativos de bosque, habla de los baños de bosque como una terapia japonesa para la salud, la relajación y el fortalecimiento del sistema inmunológico.
El autor es investigador y catedrático de la Universidad de Chiba en Japón. Su forma de llegar a ocupar ese cargo tiene mucho que ver con el proceso que te lleva a hacer lo que tu SER viene a hacer. No fue un niño adaptado al sistema clásico en el colegio. Estudió la carrera de agricultura porque cuando era un niño ayudaba a su padre a cuidar el jardín y esto despertó en él un interés por el mundo vegetal.
El destino, curioso y caprichoso, quiso tras un periplo que explica en el libro, que finalmente se dedicara a la investigación y experimentación con los bosques de cedros, que tan apreciados y arraigados a la cultura japonesa son.
No se trata aquí de hacer una síntesis del libro sino de plasmar algunas de sus conclusiones, por lo importantes y útiles que son para apreciar lo beneficiosa que es la naturaleza y por qué debemos cuidarla.
Todas las conclusiones fueron determinadas por mediciones a personas voluntarias de diferentes edades y condiciones, utilizando tecnología y medios científicos. Se midió la actividad cerebral, la tensión arterial, el pulso, la actividad cardíaca, se realizaron cuestionarios, tomaron niveles de cortisol, etc. Un trabajo que aún se sigue desarrollando para comprobar cómo la naturaleza influye en nuestra salud y bienestar.
La terapia de bosque tiene un efecto diferente en cada persona. Equilibra la tensión arterial y al entrar en contacto con la naturaleza, tanto en bosques como en parques y jardines, nos relaja. Es como si recordáramos de forma inmediata que somos parte de ella, que es realmente nuestro sitio y nuestro hábitat, al contrario de lo que ocurre en las ciudades, que con la polución, el estrés y la radiación electromagnética nos hace estar más desconectados de lo que realmente somos.
Bruce Lipton en su libro La Biología de la Creencia, dice que el estrés hace que nuestro sistema nervioso simpático se ponga en modo lucha y huida, lo que lleva el estrés a las células y nuestro sistema inmune se debilita, que si se mantiene en el tiempo provoca la aparición de la enfermedad. El sistema nervioso parasimpático es el que se encarga de relajar, dar descanso al cuerpo y realizar tareas de reparación, y es éste el que se activa cuando estamos en un medio natural.
El Shinrin-Yoku actúa mejorando el sistema inmunitario; equilibrando la tensión arterial; aliviando el estrés, y provoca una sensación de bienestar. Así, se demostró que caminar por el parque mientras se observa rosas, pensamientos, bonsais, trasplantar plantas, oler rosas y naranjas tiene un efecto relajante.
Oler o tocar pedazos de madera de pino, roble o ciprés, reduce la actividad del sistema nervioso simpático y aumenta la actividad del sistema nervioso parasimpático, con lo que se reduce el estrés.
En Japón existen actividades en la naturaleza usada como terapia forestal: yoga, meditación, balancearse en una hamaca, ponerse bajo una cascada, observación de estrellas, situarse en una montaña por encima del mar de nubes para contemplarlo, ver montañas nevadas, estar en contacto directo con los árboles, realizar paseos o caminatas, observar cerezos en flor o talleres de aromaterapia.
Se comprobó asimismo que el sólo hecho de mirar un ramo de flores frescas relaja el cuerpo y disminuye el estrés. También que tener plantas en casa y mirarlas produce bienestar y relajación de un modo natural. Los aceites esenciales naturales, como el de rosa o naranja, disminuye el estrés, relaja y produce bienestar.
En realidad todo esto lo sabemos, porque cuando hacemos algo de lo que aquí se expone lo hemos experimentado, ya sea en la naturaleza como en casa o en un parque, pero es necesario hacerlo de forma consciente y a la vez tomar consciencia de lo importante que los árboles, flores y plantas son para todos. Es una obligación que tenemos como seres humanos y como seres vivos de más elevada consciencia.
Cuando un bosque se incendia se pone todos los medios humanos y técnicos posibles para extinguirlo lo más pronto posible y evitar que el daño sea grande. Las personas que trabajan en su extinción dejan lo mejor de sí mismos en su compromiso por conservar la naturaleza.
De una u otra manera, muchos ciudadanos les reconocemos su labor , pero eso no basta. Tenemos que dar un paso más y tomar consciencia de la importancia que tiene la naturaleza para nosotros y para el planeta. Tener unas ciudades en que se mejoren las condiciones para que no nos cause estrés, ni se contamine en ninguna forma, entendiendo que esto es el pilar fundamental del progreso.
Progreso no es talar indiscriminadamente, sino, como hemos visto por los datos científicos, cuidar del bosque y la naturaleza porque nos ayuda a tener una mayor salud, física y mental, pero además como progreso en nuestra condición de seres humanos, ya que ellos son seres vivos que tienen su consciencia, muchas veces superior a la nuestra, y que están ahí siempre manteniendo la frecuencia del planeta.
La ciencia nos ha dado más comodidades en todos los aspectos, y ahora demuestra que la naturaleza es necesaria para nuestro bienestar y nuestra calidad de vida. Más bien diría que es imprescindible para la vida. De ahí que la ciencia debería trabajar más pensando en el verdadero progreso evolutivo, encontrando modos de progreso que cuide y mejore el medio ambiente que es el medio que nos rodea y en el que estamos inmersos bañándonos de energía y salud.
Agradezcamos también a la naturaleza lo que hace por todos. Podemos hacerlo de varias formas: dando las gracias cuando estemos en el bosque o junto a plantas, tanto en parques como en casa; admirando su belleza y reconociéndola, aunque sea otoño o verano y esté todo seco; deseándole que tenga buena salud, tal como hacemos con un ser querido, cuidándola y respetándola; no tirar escombros ni dejar restos de ningún tipo cuando estemos realizando una actividad en un entorno natural, y no romper ramas de árboles ni pisar plantas.
Ser conscientes no es sólo un compromiso hacia cada uno de nosotros o nosotras, es llevarlo a la práctica en cada acto que realicemos y respetar al resto de seres vivos. El bosque individualmente y en conjunto también lo es. Respira, se alimenta y bebe como hacemos los seres humanos.
Devolvámosle de la manera en que podamos hacerlo todo lo que hace por nosotros. Si no crees en todo esto, a pesar de que es la ciencia quien lo demuestra, da igual, al menos no vayas al bosque a destruir o contaminar. Si te gusta la ciudad, vívela, pero respeta la naturaleza.
En el libro se menciona una cita del Kahlil Gibran, escritor y pintor libanés: “Los arboles son poemas que la tierra escribe en el cielo”.
Cuando estemos en el bosque, podemos dedicar unos momentos a sentarnos cómodamente poniendo atención a los sonidos del bosque, ya sea de aves, animales, agua corriendo, el sonido de los árboles o el viento. Esto nos permitirá concentrarnos en ellos, prestarles atención y volvernos uno más de ellos. Nuestra mente se aquietará, nos llenaremos de energía y nos olvidaremos de la rutina del día a día, de los problemas y de las preocupaciones. Nuestra mente se limpia y aclara, sintiendo que formamos parte del bosque.
Dar un paseo consciente, sin pensar en nada, sólo sintiendo lo que tenemos a nuestro alrededor, disfrutando del entorno y la naturaleza, sintiendo la tierra que pisamos, percibiendo los aromas, igualmente nos relaja, nos aclara la mente y nos llena de energía. Si vamos en compañía de alguien, intentemos pasar un tiempo sin hablar, para que el efecto sea posible. Si vamos acompañados de una mascota, dar un paseo junto a ella aumenta el efecto de la experiencia porque disfrutamos los dos.
Practicar algún tipo de actividad como yoga o qi-gong en el bosque aumenta sus efectos también. Escribir, dibujar, la fotografía o una buena conversación, nos inspirará asimismo. El solo hecho de estar en el bosque o en medio de la naturaleza con solo relajarnos ya está produciendo los efectos mencionados anteriormente.
Probemos a sentarnos junto a un árbol. Elegimos uno, nos dirigimos a él con respeto porque es un ser vivo que tiene además mucha sabiduría en su interior, le pedimos permiso para sentarnos apoyados en él o bien puedes abrazarlo como a muchas personas le gusta, permaneciendo así el tiempo que necesitemos. Su campo energético, su aura, que está conectado con la tierra, es muy fuerte y nos ayuda a limpiar el nuestro y a equilibrarnos. Incluso si tienes algún problema o algún dilema, mentalmente podemos comentárselo y pedirle ayuda. Es sorprendente lo que ocurre.
También podemos descalzarnos y acostarnos en la tierra, directamente, sin alfombrillas ni nada. Es sólo tierra y está llena de minerales. Un perro se revuelca en ella para nutrir su piel, así que es algo excelente. Podemos poner las palmas en contacto con la tierra, y encoger las piernas para poner las plantas de los pies en contacto con la tierra. Cerramos los ojos y nos relajamos. El contacto con la tierra nos carga de electrones, ya que su campo electrónico, o sea de electrones, nos nutre y nos regenera. Tras un tiempo nos sentiremos muy bien. Al acabar, nos incorporamos y le damos las gracias a la tierra.
Aún podemos hacer algo más. En casa podemos sentarnos relajados e imaginando que estamos en el bosque. Sentir su sonido, el de las aves, o de los animales, el viento o los árboles. Es milagroso. Cosas de la mente, la imaginación y la conexión, porque esa es la prueba de que todos estamos conectados por una matriz invisible.
Al marcharnos, agradezcamos al bosque lo que ha hecho por nosotros. Nos hará ser más conscientes y el bosque se sentirá feliz porque se siente reconocido y respetado. No importa que parezca una tontería, al ponerlo en práctica y podremos comprobar cómo la unión entre nosotros y la naturaleza se hace más estrecha. Así creamos un vínculo especial, como el que tengamos con nuestra mascota o con alguien muy importante para nosotros.
No nos ha costado esfuerzo ni dinero, y hemos podido nutrirnos y reconfigurarnos. Los electrones es lo que ingerimos de las plantas y verduras que comemos, eso es lo que nos nutre. Estar en contacto con la tierra, descalzos, nos proporciona ese alimento. Podemos hacerlo en cualquier parte que tenga tierra, como parques, jardines, etc. Lo importante es que tengamos contacto con la tierra de verdad. La arena de la playa surte el mismo efecto.