En las culturas orientales hay un aforismo que dice que no menospreciemos a nadie, ya tenga forma animal, vegetal, mineral o humana, porque no sabemos si Dios se ha disfrazado y nos está poniendo a prueba.
El término máscara proviene del árabe mashara, que quiere decir bufón u objeto de burla. Personalidad, proviene del termino latino “persona”, cuyo origen está en el término griego que hemos traducido como “máscara”. Por lo tanto, con el paso del tiempo, hemos convenido que la personalidad es la máscara que nos ponemos para actuar en este teatro que es la vida.
Y si vamos a la acepción literal árabe, muchas veces somos objeto de burla, unas veces provocada y otras por la inconsciencia o la experiencia que estén viviendo quienes se burlan. Todos pasamos por ambos roles y lo hacemos, como en todos, para experimentar hasta dónde es capaz de llegar el ser humano con sus diferentes vestiduras.
De esta forma, vamos recabando información que crea un bagaje de sabiduría al integrarla. Asumimos dos polaridades de una misma energía para poder así ver dónde están los límites, si somos capaces de ser conscientes que la verdad está oculta en todas esas energías, encontrar la verdadera esencia, porque sentimos que la otra persona se siente mal, o disfruta burlándose, o llega a ser condescendiente con el “tonto” o la “tonta”…
En el centro de la humildad podemos ser capaces de entender todas las situaciones y reconocer cuáles son nuestras debilidades y nuestras fortalezas, qué estamos experimentando para conocernos, encontrar nuestra verdad interna, conectar con el modo Dios, que es capaz de entender que todos estamos experimentando y probando.
Pasamos por diferentes fases o etapas hasta que vamos haciendo consciente los aspectos que nos colocan en nuestro verdadero camino con nuestros dones despiertos. La vida tiene sus tiempos que no son los nuestros hasta que nos alineemos con ella, por eso muchas veces encontramos muchas situaciones que nos sorprenden porque asumimos que esta o aquella persona no debería comportarse de una manera determinada.
Ocurre por nuestro sistema de creencias, porque esperamos que los demás respondan a unas expectativas que forman parte de una programación que hemos ido adquiriendo a lo largo de la vida con lo que hemos absorbido del exterior y hemos sellado con las emociones que sentimos en su momento. Por eso toca ser rebeldes, despojarnos de toda esa programación que viene fundamentalmente de nuestros padres, nuestro entorno más cercano en nuestros primeros años de edad, cuando la personalidad está formándose.
Necesitamos, de forma imperiosa, despojarnos de nuestra carga sin sentir culpa por ello, porque a nivel inconsciente existe una lealtad aprendida a fuego a nuestro clan, a nuestros seres queridos. Es importante, porque eso provoca que repitamos patrones que crean situaciones similares a las que vivimos en su día y nos afectó de forma más o menos profunda.
Steve Hawkins midió los niveles de emociones como la humillación, la culpa, la desesperación, el arrepentimiento, la ansiedad, el odio, el desprecio y los situó en niveles: el más bajo es la vergüenza, siguiéndoles la culpa, la apatía, el dolor, el miedo, el deseo, el enojo, el orgullo. Esto provoca que tengamos una visión de la vida filtrada por la frecuencia de tales emociones situadas en los niveles mencionados.
Podemos llegar a sentirnos miserables, malas personas, sin esperanza, vivimos una tragedia, temor por lo que nos rodea o lo que no vemos, decepción, contrariedad, exigentes con los demás…
Por todo ello, vivimos experiencias que nos hacen sentir así, para ir “subiendo” en la escala, aunque podamos volver a caer y volver a subir nuevamente. Curiosamente los cuatro niveles superiores son el amor, la alegría, la paz y la iluminación, que no es otra cosa que integrar que la vida simplemente “es”. Cuando somos capaces de que nada nos afecte porque tenemos paz interior constantemente, es cuando podremos entender que la vida es como es.
Descubrimos que Dios se ha vestido de muchos ropajes para encontrar el verdadero sentido de la vida, que es simplemente SER. Toda una ascensión pasar de la humillación a la dicha, todo un ejercicio de responsabilidad y no culpar a los demás, a no ser que estés provocando para conscientemente motivarte más.
Aligerar carga sin sentir culpa, todo un trabajo y una forma de avanzar para conseguir paz interior que nos de la posibilidad de entender que la vida simplemente ES, que todos estamos conociéndonos, que todos de una u otra forma, sentimos dolor.
Nos ayuda mucho prestar atención a nuestro diálogo interior, a esa conversación que con mucha frecuencia mantenemos y de la que no siempre somos conscientes. Ese diálogo, que parece una conversación entre dos o más personas, puede resultar una locura, muchas veces es simple rumiación, pero cuando prestamos atención de verdad, y nos situamos como ese observador y escuchamos a quienes conversan como meros espectadores en nuestro interior, llegaremos a conocer bastante de nosotros.
Es una oportunidad de oro para atender todas esas versiones nuestras que nos confrontan o que nos desvían de nuestro camino, que si les dejamos hablar con honestidad, nos van a decir qué tenemos en nuestro inconsciente y subconsciente que debemos desterrar. Nos da muchas claves sobre nuestras desviaciones, nuestros complejos, nuestras contradicciones, nuestras aflicciones, nuestras propias mentiras que nos contamos a nosotros mismos y las justificaciones que utilizamos para auto-engañarnos.
Esa cruda honestidad que nos permite obtener una información valiosa para afrontar los cambios profundos que no vemos a simple vista cuando interactuamos con otras personas, porque nos vestimos con diferentes ropajes que nos impiden ver nuestra verdad. Esas máscaras que salen a relucir cuando nos miramos voluntariamente al espejo y que requieren de una actitud valiente y decidida de transformación.
A la vez, nos hace ser justos con nosotros mismos, porque entendemos que no es tan fácil el cambio pero sí tener constancia y voluntad de llevarlo a cabo. Esas máscaras que Dios utiliza en todos los seres, como dijimos al principio, están dentro de nosotros, y es una buena oportunidad darnos cuenta de que atraemos aquello que se despierta en nuestro interior, que muchas veces es lo contrario de lo que pretendemos.
Pero es duro, porque es reconocer que no somos ni tan buenos como pensábamos ni tan malos tampoco, que hemos sido muy duros con nosotros mismos porque nos culpábamos como culpábamos a otros. Que buscamos muchas disculpas para no afrontar nuestra realidad y la más fácil, es evadirnos. La mente utiliza muchos recursos cuando se ve descubierta, cuando reconocemos la máscara que utiliza, y cuando se siente amenazada utiliza la evasión de muchas formas, como eludir la responsabilidad, culpar a otros, justificarse por qué es así y ya está…
No siempre se puede afrontar todo, pero debemos ir paso a paso y consolidar aquello que hemos hecho consciente. Subidos en una montaña rusa de emociones muchas veces deshacemos todo lo que hicimos, como si la película se rebobinara nuevamente al principio de nuevo, pero no debemos olvidar que aquello que reconocimos, es algo que volveremos a reconocer con más facilidad cada vez, hasta que podamos integrarlo plenamente.
La templanza es fundamental y es un entrenamiento que debemos llevar a cabo para conseguir esa paz interior y estar situado en el punto cero donde nos convertimos en creadores de nuestra realidad, porque si no, estaremos siendo las marionetas de otros que nos utilicen para sus fines, que también están siendo víctimas de sus propias debilidades, ya que se muestran incapaces de crear su realidad por sí mismos.
Hay una gran diferencia entre crear una realidad conjunta y crear una realidad desde la inconsciencia, porque así no se sostendrá, buscaremos siempre culpables porque no llegó a buen puerto aquello que creamos, y todo se trataba de hacer un trabajo personal que puede ser diferente desde la colaboración, pero hay que ser seres con una gran inocencia para poder lograrlo. La inocencia está carente de egoísmo, piensa en algo superior, en algo que beneficie a los otros, tan solo porque cada quien se ocupa de sí mismo y no trata de poner un traspiés a los demás, sino ser una posibilidad de construir algo que cree un mundo mejor.
Una clave importante es dedicarnos un tiempo a nosotros, nosotras, para atendernos. Sin embargo, muchas veces, ¿cuántas disculpas ponemos disfrazadas de necesidades, obligaciones, responsabilidades que no son tales? Por eso necesitamos total honestidad hacia nosotros mismos y valorar si eso es así, si es algo verdaderamente ineludible, o en el fondo lo hacemos para llenar un tiempo en el que si no tenemos algo que hacer nos sentimos vacíos.
La vacuidad es vaciarse, pero sentirse vacíos, sin sentido en nuestra existencia permanentemente indica que no estamos atendiéndonos y necesitamos detenernos, escucharnos, mimarnos, alejarnos del ruido cotidiano que nos distrae para no escucharnos.
Como digo en la presentación de esta web, “leer nos ayuda a conectar mejor con nuestra voz interior, así como escribir nos ayuda a conectar con nuestra verdad y nuestra intuición”. No me gusta mucho eso de grabar vídeos para las redes sociales y estar hablando sobre lo que escribo aquí, me da bastante pereza. Pero además estoy cada vez más convencido de que el camino es más por leer-escribir, o por comunicar a través de un medio como la radio. Hice un relato sobre por qué me gusta la radio, que puedes leer aquí.
Creo firmemente que de verdad lo que no nos gusta de leer, es escucharnos a nosotros mismos. Aunque se pueda tener facilidad para conectar con otras personas e imaginarnos quién nos puede estar hablando, la verdad es que la voz que escuchamos es la nuestra. Quizá no nos gusta mucho escucharlo. Quizá nos hemos vuelto muy cómodos y preferimos que nos lo den todo hecho. Quizá preferimos justificarnos de que escuchamos a tal o cual persona que dijo no se sabe qué, pero luego todo eso puede quedar fácilmente en el olvido.
Estamos desbordados de mucha información que al final, si no seleccionamos aquello que de verdad nos nutre, nos hará mucho daño porque nos dispersa. Soy un total convencido de que leer y escribir nos conecta de una forma muy poderosa con nuestra verdad.
Todo esto en definitiva para liberar al niño o la niña herida que tenemos que un día se retrajo, liberar al bufón que es capaz de crear lo increíble, o imposible, lo nunca antes visto. Manifestar ese punto de locura nos permite expresar lo que los cánones establecidos no nos permite, porque así es como crearemos un nuevo mundo. Los grandes descubrimientos fueron posibles porque alguien no se conformó con lo que le dijera la sociedad, aunque los tachara de locos. El loco es el bufón que es capaz de saltarse las reglas para cambiar el mundo. El tiempo luego se encarga de demostrar que aquella locura era la máscara necesaria para hacer posible un cambio.
A través del bufón con su máscara de locura nos atrevemos a transitar caminos que de otra manera no lo haríamos. Es de valientes dar el salto, mirar hacia adentro y comenzar el camino interior. Interesante y profundo tu artículo.
Sí, un toque de locura viene siempre bien para seguir adelante y sortear los obstáculos del camino. Gracias por tus siempre inspirados comentarios.