Muchas veces tratamos de ver en los demás defectos, cosas a corregir, e incluso llegamos a llamar su atención para darles consejos. Puede que se lo tome bien o no, dependiendo de la relación que tengamos con esa persona, de su estado emocional, o del proceso que esté atravesando en ese momento.
Esto es algo básico en cualquier relación, al mismo tiempo que también define la relación que tengamos con cada ser. Hay con quienes podemos abrirnos y escuchar lo que nos tengan que decir porque valoramos su saber, con quienes solo podamos tener una relación menos íntima, pero no por ello menos importante.
A lo que tendemos en la vida es a vivir de una forma más consciente, y eso implica también las relaciones con los demás. Entender sus momentos de frustración, de silencio, de impulsividad, de apertura, de no querer escuchar lo que podamos decir… Eso tiene mucho que ver con la inteligencia emocional, con gestionar las emociones nuestras y la de los demás.
No estamos solos y este aspecto cada vez toma más relevancia, lo que supone comprender qué son las parejas conscientes, no sólo parejas de hecho o matrimonios, sino de amistad. Todos tenemos nuestros momentos de necesitar introspección, o salir solos, o hacer alguna actividad solos, y también compartir con los demás actividades afines, compartir nuestros problemas, nuestros proyectos o nuestros desafíos.
Por eso es tan importante gestionarlo, porque en definitiva, estamos gestionando nuestra vida, nuestra realidad. Los demás son espejos donde mirarnos, oportunidades para practicar y entrenar los aspectos que tengamos que pulir o transformar, por eso cuando dos personas tienen el suficiente desapego de las emociones y de la mente, pueden llegar a ser compañeros y cómplices en la vida para continuar creciendo, compartiendo experiencias y aprendizajes. Así resulta mucho más fácil transitar este juego que llamamos vida.