Hay frases que nuestros padres dijeron alguna vez que fueron sentencias que, tal vez, también hayan lanzado al espacio sus padres y los padres de sus padres. Se convirtieron en una herencia que, sin saberlo, han condicionado nuestra existencia.
Nos ocurren situaciones que luego vivimos como nuestras, pero que en el fondo, no acabamos de comprender. Lo que hacemos es repetir su historia, tomando decisiones que si hubiéramos sido conscientes no habríamos luego actuado como lo hicimos. Todo el clan familiar, los vecinos, las personas con las que nos relacionamos, actuaron conforme a aquellas herencias, que fueron palabras pronunciadas en momentos de desesperación, frustración, amargura o ira.
No siempre lo hicieron con la intención de que nosotros ahora recogiéramos su testigo y continuáramos repitiendo la historia, sus historias. Sin embargo, cuando desconocemos aquellas historias, inconscientemente las volvemos a repetir, porque la vida crea las situaciones para que así sea, hasta que hagamos algo diferente y todo cambie.
Eso es el perdón, reconocer que así no se puede vivir en armonía, tener misericordia para comprender que otros antes hicieron lo que pudieron, fuera lo que fuera, fruto de su estado de consciencia en el momento, pero que nada tiene que ver con nosotros y nuestro momento presente. Porque el presente continuo es cíclico cuando no somos capaces de cambiar, ya que llegamos a asumir sus comportamientos, su amargura, frustración, ira, desesperación o lo que quiera que hayan sentido. Todo parece tan real, que lo creemos como nuestro.
Pero es más, podríamos llegar a hacerlo nuestro de tal forma que nos vemos en el compromiso, porque así lo sentimos, de hacerlo nuestro por fidelidad hacia ellos. Si no lo hiciéramos parecería que estamos traicionándoles, por lo que llegamos a repetir sentencias a otros que crean nuevas situaciones para seguir en el mismo bucle.
Podemos cambiar la intención, ya que eso ha estado creando una realidad que la vida nos vuelve a mostrar para que actuemos de otra forma. Que comprendamos que estábamos influenciados por ese presente recursivo con otros personajes, otras caras, pero en definitiva, el mismo argumento.
Nuestra vida se estaba repitiendo nuevamente a imagen y semejanza de como lo hicieron nuestros ancestros. Es hora de poner un punto y aparte y seguir con nuestra vida. Tomar otras decisiones y actitudes agarrados a la vida, siguiendo su aliento vital, su pulso, su exhalación e inhalación, su ritmo, pero creando una nueva melodía. Agradecer la experiencia y soltar todo eso desde su punto de conexión.
Si tú te hubieras dado cuenta a tiempo ¿habrías vivido tu historia de amor de otra forma? Seguro que sí, pero no habrías dejado ese ejemplo en nuestro presente para que nosotros, quizá tú en este momento, ahora pudiéramos elegir la vida y el amor.