Julieta, ¿cuántas veces dejamos de decir a quienes amamos que le amamos? Pasa la vida y la realidad que creamos fue totalmente diferente a como pudo haber sido. Atraemos más experiencias para que se pueda dar ese momento, pero nos metemos en un viaje tan pesado, que nos olvidamos del motivo, del origen del mismo, y nos alejamos cada vez más del destino que en su momento nos marcamos.
Envueltos en una suerte de desgracias que luego achacamos a la vida, a los demás, que nos tratan mal, que nos ignoran, nos ponen a prueba constantemente haciéndonos mirar al espejo que tampoco vemos. Nos apagamos así esperando que todo cambie, que aparezca alguien que nos saque de ese estado de apatía, desilusión, amargura…
Llega y no lo vemos, porque nuestra envoltura nos tiene atrapados. Pasan los días, los meses, los años, y las mismas experiencias vuelven a repetirse cíclicamente. Sentimos que no hay salida, porque no podemos verla. Nos abandonamos y dejamos que los demás nos digan lo que tenemos que hacer, que nos den consejos, nos lleven de la mano, porque somos incapaces de dirigir nuestra vida.
Sin embargo, en uno de esos momentos de lucidez que ocurren milagrosamente, vemos que todo eso es una forma que tiene la vida de mostrarnos lo que estamos viviendo porque es lo que hemos creado para darnos cuenta de que todo hubiera podido ocurrir de otra forma, tan solo diciendo lo que sentíamos, pero el miedo, ahora escenificado ante nosotros, nos impidió hacerlo.
El miedo a sentir algo que también olvidamos, el amor. Un amor terrenal como el tuyo, que sana, que nos envuelve de una capa de protección y nos lleva en volandas por la vida, pero a la vez, efímero, porque no recordamos cómo dejar de preocuparnos por lo que ocurrirá, por el qué dirán, por si…
Caemos en el pozo y luego preferimos estar ahí porque ya sabemos cómo es, y por qué el amor también duele, y es un dolor muy intenso porque su energía es muy poderosa. Pensamos que mejor sumidos en el sopor de lo ya conocido porque es donde hemos estado tanto tiempo ya, una anestesia para el dolor de nuestra inconsciencia que nos hace sufrir. Un dolor que aparece sin llamarlo, ¿o sí lo llamamos? Un sufrimiento que es una opción que solemos elegir porque nos agarramos a ese dolor.
Hemos aprendido a vivir así, pero ya es tiempo de hacerlo de otra forma. ¿Por qué nos duele amar? Quizá tú tengas la respuesta, Julieta.