Cada vez que tomamos una decisión, que acordamos algo, que tomamos una determinación, es una apertura de un camino. Eso conlleva luego que vayan apareciendo circunstancias y personas que pongan en evidencia nuestro sistema de creencias, que hemos ido adoptando a lo largo de nuestra vida y que marcan nuestras actitudes, comportamientos, nuestra forma de pensar, cómo reaccionamos y cómo hablamos.
Por eso somos esclavos y esclavas de esas creencias, que muchas veces nos llevan a encrucijadas que nos ponen en situaciones donde tenemos que elegir qué hacer, en algunas incluso es posible que ya no haya vuelta atrás.
Así vamos aprendiendo a andar por la vida y puliendo ese diamante que somos, aunque tomemos decisiones que no nos llevaron a lugares mejores, pero que son la consecuencia de esa personalidad que hemos ido formando. Así que siempre estamos en un continuo examen.
Se pondrán de manifiesto esas creencias que nos abren instantáneamente los caminos, pero otras, dependiendo de cuánto nos confronte, pueden hacer que nos detengamos en seco. Y está bien, porque eso es lo que se precisa. Sopesar a dónde nos dirigimos y si ese lugar al que queremos llegar es el que realmente nos conviene o no, o si ese lugar al que nos dirigimos es el que habíamos elegido para nosotros.
Por eso es vital tener un horizonte amplio, que luego el camino va definiendo con nuestras elecciones y decisiones, con ayuda de la reflexión y el discernimiento que precisamos cada vez que llegamos a una encrucijada. Estar seguros al cien por cien no es siempre posible, pero el ejercicio de escuchar esa voz interior que nos deja en calma, o que nos dice por ahí no es, es la práctica que hará que cada vez tengamos más confianza.
Y este es otro de los aprendizajes que nos deja, la práctica de escuchar esa voz interior, o al menos, de querer escucharla. A cada quien le habla o le susurra de forma diferente, y es por eso que es algo individual, no nos podemos dejar llevar por cómo le habla a otra persona su voz.
Lo que se desprende de esto es que necesitamos espacio y tiempo para nosotros y nosotras por esa razón. Buscar un momento de silencio, o un día, una semana, o lo que necesitemos. Estar conectados con nuestro interior, porque es una forma de tener esa conversación interna donde nadie nos moleste, pero al mismo tiempo, escuchar las voces y comportamientos de los demás para ver qué nos están queriendo decir. Cómo nos sentimos con eso que ocurre.
Luego podemos evitar querer escucharnos, alejarnos de nosotros, salir corriendo a donde sea o buscar cualquier entretenimiento para evadirnos de lo que estemos sintiendo. De lo que se trata es de darnos cuenta de si lo que percibimos es real o fruto de ese sistema de creencias que colorea esas percepciones que nos crean una falsa ilusión. Es un viaje, un camino a la madurez.
Esa madurez no es otra cosa que tomar la responsabilidad de lo que nos ocurre, valorar si estamos alineados con un bien mayor o con la pequeña voluntad del Ego, y continuar adelante. Siempre hay más oportunidades, pero se presentarán de forma diferente, con lo que habrá que estar alerta para que cuando estemos en una nueva encrucijada podamos tomar la mejor decisión y elección.