Cuando estamos preocupados, tristes, enfadados, con ira o depresivos, vibramos bajo. Emitimos esa baja frecuencia que es en la que nos encontramos porque se apoderó de nosotros un pensamiento, una palabra que escuchamos o estamos en un entorno que favorece ese estado.
La consecuencia de esto es que vivimos en el pasado. Recordamos experiencias negativas, nos agarramos a ellas y las repetimos una vez tras otra. Pero al mismo tiempo creamos en nuestra mente nuevas situaciones parecidas con la misma baja frecuencia y ampliamos más, reforzamos, esa vibración. Lo peor es que lo hacemos de forma automática, sin ser conscientes de ello, y eso acaba por atraparnos en un bucle sin salida.
Con suerte, de repente ocurre algo, eso que se suele decir con la expresión “pasó un ángel”, y con un hecho o una palabra cambia nuestro estado y miramos en otra dirección. Nuestra energía acompaña ese movimiento y parece que todo se ha arreglado sin darnos cuenta.
Somos creadores, para bien o para mal, y es una prueba de ello. De ahí la importancia de ser conscientes, de estar conscientes observando nuestros pensamientos, acciones, sentimientos y palabras, porque nos dice mucho de cómo estamos.
Al vibrar bajo, podemos hacer dos cosas: culpar a los demás de lo que nos ocurre o preguntarnos ¿Para qué creé yo esto? Ya sea un dolor emocional o físico, una discusión con alguien o un discurso que emitimos a alguien aunque estemos en soledad. En ese momento nos empoderamos, reconocemos nuestro poder creador y nos responsabilizamos. Pero sobre todo, cambiamos un hábito: el de culparnos o culpar a los demás, pudiendo así trasformarlo en una oportunidad de crecimiento.
Al hacer esto, cada vez más frecuentemente, cambiamos nuestro enfoque y miramos en otra dirección donde nos ayude a seguir caminando hacia nuestra razón de existir. Por eso no se trata de mirar para otro lado sin más, sino de hacerlo conscientemente, porque eso nos da la información de que algo existe en nuestro cuerpo, en nuestra memoria celular, que nos hace volver atrás una y otra vez buscando reconocimiento, y hasta que que no lo hagamos, no importa cuál sea el motivo original, no seremos capaces de gestionarlo.
Para ello es fundamental tener un lugar a dónde mirar, que es nuestro camino con nuestros anhelos y todo lo que nos motiva, impulsa y llena de energía, para continuar adelante.
Al vibrar en baja frecuencia, en lugar de reconocernos y empoderarnos, culpamos a los demás. Podemos crear un bucle con el que si no salimos de él, nuestra existencia se hace complicada de gestionar.