Esta mañana el espejo me dijo: los verdaderos cambios, los más profundos, la mayoría de las veces se llevan a cabo con pequeños actos aislados, de uno en uno, para luego, de forma fractal, como el Universo mismo, se expanda entre la población. Para ello nada como el ejemplo y llevarlo a la práctica, pues las palabras, la mayoría de las veces, quedan en el vacío.
Esto me hizo reflexionar. Muchas veces tenemos la voluntad de hacer cosas grandes, grandes proyectos, que están bien, porque también es una forma de que entre tantas personas a las que le llegue al menos una trate de profundizar. Sin embargo, recuerdo el hecho de que con un solo acto que lleve a cabo una persona puede ser el detonante para que luego se viralice, como ocurrió en 1955 una mujer negra con tan solo quince años se negó a ceder su asiento en un autobús a una mujer blanca, como marcaba la ley.
Eso provocó que fuera arrestada, como luego ocurriría en 1956 con otra mujer que se negó, igualmente, a ceder su asiento a una mujer blanca a petición del conductor del autobús.
Vemos cómo pequeños detalles que provocan una trascendencia ya sea en los medios de comunicación como en un grupo social, permiten que se provoque un cambio en la sociedad que más tarde prepara el terreno para un cambio mayor. De cualquier forma, sabemos que los cambios son muy complicados porque estamos muy arraigados en nuestras creencias, y sólo haciendo algo diferente seremos capaces, teniendo una mente abierta, de hacerlo posible.
No quiere decir que lo que ocurra sea un cambio definitivo, sino que es la forma de romper una dinámica que permita luego hacer más cambios. La vida es transformación y cambio, aunque uno permanezca en el mismo sitio, la visión de la vida es la que debe cambiar, y eso permitirá en el entorno que los cambios sean posibles. Esa es la fractalidad que permite que una idea semilla fertilice y crezca, como ocurrió con el efecto del centésimo mono.
Para ello debemos abrir la mente a nuevas posibilidades, salirse del programa y paradigma social, aunque este suponga un cambio, porque la fractalidad permite eso, cambio dentro del cambio. Luego en algún punto, tras esa lluvia de ideas, se van encontrando puntos en común fruto del discernimiento necesario entre todos pero de forma individual.
Todo cambio es individual, nadie tiene una varita mágica ni la razón absoluta, solo un punto de partida y una oferta a la sociedad a través de su visión personal y particular también. Cualquier proyecto para consolidarse debe tener una premisa fundamental, que es el respeto a los dones y talentos de quienes los integran para que los puedan poner al servicio del mismo, ya que si tratamos de imponer nuestra voluntad, nos perdemos la posibilidad de enriquecer el proyecto.
Otra premisa es la no pertenencia del proyecto a nivel personal. Sobre todo porque la “historia” está llena de ejemplos que han demostrado que en nombre de lo que sea se han hecho auténticas barbaridades. Y esto ocurre cuando alguien se autoproclama líder, porque si hay algo que debe cambiar es precisamente esa idea de liderazgo. El líder de la Era de Acuario es conciliador y trata de que todos se sientan parte del proyecto, lo hagan suyo, aporten y cuestionen lo que sea necesario, porque eso enriquece. Y avanzar.
En la actualidad todo está por definirse y no hay un camino definido. Sólo unas frecuencias disponibles para que las utilicemos. Cuando no es así, lo único que se produce es fricción, una señal de que algo hay que corregir.
El cambio pasa por cada uno y cada una, es individual. El trabajo es individual. Si queremos podemos tener un ejemplo: nadie puede respirar por nosotros, ¿verdad? Pues así es. Todo pasa por hacernos responsables de nuestros caminos y aúnar fuerzas cuando encontramos personas que también son responsables y dueñas de su voluntad, porque así no tenemos que cuidar de nadie, sino compartir.
Cuidemos unos de otros, pero el camino comienza por uno mismo. La paciencia es un gran don que debemos poner en práctica. Cuando somos pacientes y observamos la realidad, aprendemos mucho más de la vida.