Cuando llegamos a un punto de inflexión en que nos podemos mantener unos instantes, si permanecemos en él mucho tiempo, caemos nuevamente hacia atrás. Por eso hay que dejarse caer como en una montaña rusa sin mirar atrás dejándonos llevar por el impulso. No es inercia, es impulso. Si la inercia la creamos con consciencia y aprovechamos el impulso sabiendo la dirección, aunque no lo que nos encontraremos, nos servirá para andar por la vida con la menor fricción.
Si la inercia es inconsciente, sin saber cómo llegamos a donde estamos ni por qué estamos donde estamos, corremos el riesgo de dejarnos llevar por los mismos parámetros con los que hemos sido arrastrados encontrándonos mucha fricción u obstáculos que nos hacen el camino tortuoso.
La vida es a menudo como el juego de la gallinita ciega, que es una alegoría para dejarnos llevar por nuestra intuición. Seguramente muchas veces antes hemos acudido a caminos que nos han llevado a resultados dolorosos o frustrantes, pero siempre de alguna forma subyace desde nuestro interior un saber, un estar seguro de que el camino es el que parecía siempre demasiado fácil o demasiado bonito para ser realidad, porque nos acostumbramos a lo difícil, a subir siempre cuesta arriba como el mito de sísifo, que si no recogemos la roca una y otra vez para volverla a subir parece que el juego carece de sentido.
Muchas veces hemos estado a solo un paso más para dejarnos caer por la montaña rusa y sentir el aire en la cara, sentirnos vivos y sin esfuerzo, hasta la próxima cuesta, pero esa será otra en la que igual ya no hay roca que subir, sino que estaremos asistidos por un tren cremallera que nos lleve confortablemente a la cima, contemplar el paisaje y seguir adelante. Lo curioso de esto es que hasta que no demos el paso, no lo sabremos. Y ese es nuestro miedo más profundo, el miedo a lo desconocido o más bien, a lo bueno por venir, porque estoy seguro de que en nuetro interior sabemos que es así, que lo que viene es bueno, pero tenemos miedo a que el juego acabe.
Sin embargo, creo que en realidad el juego de verdad empieza ahí.