Tocando la flauta se me escapó una nota. Su sonido huyó de mí y se perdió en la nada. Quise rescatarla, pero no fue posible.
Continué tocando, pero la nota no apareció. Echo de menos su sonido profundo y siento que algo me falta.
Una noche apagué la luz de la habitación y observé la oscuridad. Volví a tocar una vez más y, justo en el momento en que traté de ejecutar aquella nota, apareció una figura geométrica de colores vivos.
Me detuve y la observé: ahí estaba, no se había ido. Simplemente se convirtió en luz y me acompañaba en silencio. Siempre estuvo conmigo y siempre lo estará.