Tenemos miedos a muchas cosas, pero quizá a lo que más temamos es a la soledad. Pero la soledad bien entendida, es muy necesaria en determinados momentos de la vida, y del día…
Cuando pasamos una situación difícil en nuestra vida que no sabemos o no podemos gestionar, es posible que crezca tanto la situación de estrés o de malestar que tengamos que recurrir a ayudas externas para sobrellevarla. Independientemente del tipo de tratamiento, lo cierto es que la vida nos está avisando de que debemos poner nuestra mirada en nosotros o nosotras. Tardaremos más o menos tiempo en darnos cuenta de ello y es a partir de ahí cuando podremos comenzar a remontar el vuelo.
Aprendemos que la ayuda que nos puedan prestar siempre tiene que ver con conectar con esa parte nuestra que nos permita tomar consciencia de lo que nos ocurre para así no volver a repetir la misma situación, ya que si no es así, acabaremos repitiéndola más tarde o más temprano.
Para volver la mirada hacia nuestro interior y buscar tiempo para estar a solas, se precisa una gran valentía. No dejar influenciarse por el entorno, no apoderarse del miedo que nos inculcan con frases como “no es bueno estar solo”, etc. Sin embargo, la solución a nuestros problemas pasa por ahí. No se trata de enfrentarnos al mundo ni a los problemas. Se trata de afrontar lo que nos ocurra, a confrontarnos con nosotros mismos, para llegar a la verdad que se esconde en el fondo, poner un espejo delante y atrevernos a mirarnos en él.
Vivir nuestro propio cuento y preguntarle al espejo mágico por nuestras capacidades, nuestros defectos, nuestras preocupaciones, nuestros anhelos, nuestros miedos. Reírnos en nuestra propia cara y cuando venga la crítica ser capaces de ser justos y compasivos. Entender que hacemos lo que podemos en cada momento, y a medida que nos comprendemos, asimilamos la lección, tomamos conciencia y evolucionamos un poquito cada día.
Una vez más, tenemos que mirar a la cara a esa parte nuestra que unas veces nos boicotea y otras nos amedrenta, siempre intentando que desistamos, aunque hay ocasiones en que lo consigue. Pero debemos seguir adelante porque no hay derrotas sino lecciones que debemos continuar aprendiendo, lo que nos hace más fuertes y sabios.
Pero todo esto no podemos hacerlo desde el bullicio y rodeados de una multitud. Necesitamos hacerlo desde nuestro interior, y para eso necesitamos silencio y estar en la intimidad con nuestra propia compañía, porque en caso contrario no escucharíamos esa voz interior que todos tenemos. Cuando ya tengamos la práctica necesaria para escucharla podremos hacerlo en cualquier parte, pero siempre, siempre, necesitamos un momento, una hora, un día o una semana a solas para escucharnos y hacer de esto una prioridad en nuestra vida.
Por su puesto, que todos tenemos la libertad de hacer lo que querramos. Para eso existen todas las opciones que también creamos. Puedes optar por estar siempre rodeado de ruido, de no parar hasta que el cuerpo aguante, pero igual que respeto esa decisión, por favor, respeta también que quiera un mundo diferente. No invadas mi espacio, respeta mi silencio, hay muchos sitios donde llevar tu ruido. No lleves tu ruido y tu polución a la naturaleza, respeta a los seres vivos que habitan en ella. Si no la quieres cuidar activamente, respétala para que otros podamos disfrutar de ella.
Pero piensa una cosa: mientras estás pensando en planes de futuro, llenando tu agenda para no tener tiempo libre, y pensando en todo lo que no pudiste hacer en el pasado o todo lo que no te satisfizo, estás dejando de vivir el presente.
El proceso no es nada fácil, es un largo y a veces tortuoso camino, pero la soledad siempre trae sus frutos.