Cada noche, desde hace ya diez años, tiene la oportunidad de acompañar a mucha gente cuando duerme, antes de dormir, en sus desvelos o durante su jornada laboral. Para él, además de una satisfacción y sentirse realizado, también es una responsabilidad.
La noche es un momento en que muchas mentes se calman y son más permeables, por lo que decidió que su programa de radio sería un medio para ayudar a las personas a sentirse mejor. Todo lo que pudiera hacer para transmitir un mensaje de un mejor futuro lo haría.
Ese propósito fue el que asumió cuando le ofrecieron empezar en la emisora de radio con un programa a las doce de la noche. Como era novato, le tocó una hora en la que el público potencial era minoritario, pues es la forma que tiene la emisora de dar oportunidad a la gente sin experiencia que se inicia en el medio. Con el tiempo, si la audiencia cumpliera las expectativas de la empresa, podría tener la oportunidad de formar parte de un programa a una hora con un potencial mayor.
Al mes de comenzar, sintió que ese era su sitio. En su programa no se da la oportunidad de participar al público, aunque éste tenga siempre un papel activo. Escuchar no implica tener una actitud pasiva si quien habla emite un mensaje en el que se incentive la participación del oyente a través de la reflexión o de la intuición. Este formato más impersonal es seguramente lo que propicia que trascienda la personalidad y se conecte con lo más profundo de cada uno y cada una.
Cuando empezó, todas las historias inventadas que contaba no lo eran tanto. Tenía mucho que ver consigo mismo, con su realidad, con sus existencias, sus memorias. Como los programas se graban cada noche, al día siguiente tiene la posibilidad de escucharlos, escucharse, y la mayor parte de las veces todo le suena muy fresco, como si fuera la primera vez que lo escuchaba.
Esto le permitía darse cuenta de que estaba teniendo la oportunidad de expresar muchas cosas que de otra forma le hubiera sido totalmente imposible hacerlo. Se emocionaba al escuchar algunas cosas que verbalizaba, porque eran una parte de él mismo con la que se reencontraba, por lo que se convirtió en un medio de reconocerse.
A la emisora llegan mensajes de los oyentes por correo postal o electrónico. A través de ellos, puede apreciar lo que supone para las personas sin voz ni rostro a las que se dirige cada noche y cómo forma parte de sus vidas. Llegan a contarle cosas íntimas: cuando tuvieron un hijo; cuando conocieron a su pareja; cuando alguien cercano desaparecía, o cualquier otro evento que acontezca en sus vidas y forme parte de sus historias particulares. Experiencias que le inspiran nuevas historias para compartir.
A nivel personal esos mensajes le conectan con otros rincones ocultos de sí mismo despiertan en él emociones, sentimientos y recuerdos desconocidos. A través de ellos, vuelve a expresarse al mundo desde su visión personal, lo que le da la oportunidad de responder a su manera a todos y cada uno de ellos de forma que sea de utilidad para otras personas a través de la locución que realiza de lunes a viernes. Todo lo que emite vuelve a él y de él hacia el público cada vez más numeroso.
Al año de haber comenzado, le ofrecieron un programa por la tarde a una hora en la que podría tener una audiencia mucho mayor. No sólo declinó la oferta, sino que al renovar el contrato puso como condición que lo dejaran en el mismo horario, incluso renunciando a un salario mayor con unas mejores condiciones.
Aquí se sentía totalmente libre. Se ganaba el sustento haciendo algo que le gustaba, que le era útil para crecer como persona y se sentía muy acompañado por las personas que estaban al otro lado.
Lo curioso es que la audiencia creció y para ser un programa a una hora intempestiva, llegó a ser como una familia, con una unión cada vez más íntima entre todos. En una carta alguien le escribió que para ella los noventa minutos se alargaban a lo largo del resto del día, porque podía sentir la presencia de todos los que formaban parte de él. Lo que allí se compartía les hacía partícipes de la experiencia y la sentían como suya.
Sentir desde la distancia la comunión, como estar todos juntos de la mano con los ojos cerrados fundiéndose en una sola energía. Sentir la fuerza vital del grupo les daba a todos fuerza para continuar adelante. Tener esa percepción fue lo que hizo que su determinación para continuar fuera inquebrantable, la certeza de que ese era el camino que debía seguir y de la misma forma.
Para que no se pierda la magia no quiere vídeo ni una interacción directa con el público. Por esa razón cuando la empresa le propuso hacer un programa de televisión también declinó la oferta. Forman una red en la que cada nudo parte del corazón de cada una de las personas que dan forma al programa. Una red que late y vibra.
Lo que sí aceptó fue la oferta de que sus programas se emitieran por internet, lo que posibilitó llegar a un número mayor de personas, pero la única condición que puso fue que no se pusieran imágenes de nadie. Quería continuar manteniendo ese anonimato que era uno de los motivos principales de que tuviera tanto éxito.
Porque su éxito no es suyo, pertenece a todos y cada uno de los que participan sin rostro. La vida es la sinergia de todos los que hacen posible lo imposible. Desde un pequeño rincón, con sólo un micrófono y su voz, teje cada noche un nudo más de esa gran red que nos une a todos siendo a la vez la voz de todos y cada uno de esos nudos y un nudo más de ella.
Un nudo que se expresa por su garganta.



