Nietzsche decía que la madurez en el ser humano consiste en recuperar la seriedad con que jugaba cuando era niño. Todo esto está relacionado con conectar con la mente inocente, la que no juzga ni rumia, la que no califica. En Japón la meditación de la mente del principiante busca observar la mente permaneciendo abiertos a nuevas formas de ver las cosas.
Despertar la curiosidad, querer ir más allá desde lo simple, porque cuando quitamos trascendencia a las cosas somos capaces de ver lo oculto porque eliminamos lo superfluo, los adornos, las etiquetas.
Vivimos momentos en que se trata de captar nuestra atención y donde ponemos nuestra atención ponemos nuestra energía, con lo cual, es el principio por donde se fuga nuestra energía, por poner la atención en lo que nos roba la energía.
Nunca antes ha habido tanta facilidad y diversidad para acceder a educación, ocio, conocimiento… sin embargo, a pesar de que en las sociedades avanzadas no existe la miseria, vivimos de forma mísera en muchos aspectos, ya que somos incapaces de ser felices con lo que tenemos. Sentimos un vacío existencial o nos llenamos de cosas que un día reconocemos que era solo una distracción, una forma de llenar nuestra vida para darle sentido.
Es curioso ver cómo las personas de culturas a las que tildamos de pobres, sin embargo ríen y no necesitan gran cosa para existir. Somos los “avanzados” quienes les creamos necesidades para que luego acaben dependiendo de nosotros, tras haber creado un mercado que se convierte en mercadeo.
Cierto es que muchas veces viven en condiciones insalubres, pero también muchos de ellos tienen, como nosotros, una desconexión con lo ancestral, con la sabiduría interna y la conexión con la naturaleza que nos provee de lo esencial para vivir y nutrirnos. Cuando hay tribus que viven en contacto con la existencia, viven, cantan, ríen, bailan y eso les permite conectar con lo fundamental de la vida, saben lo que tienen que buscar para nutrirse y sanarse, por lo que la vida les recompensa.
No necesitan mucha comida carentes de nutrientes como nosotros, no necesitan casas donde estar aislados de la naturaleza, no necesitan ordenadores inteligentes que les digan cómo tienen que vivir, no necesitan televisión que les invadan de noticias muchas veces inventadas para deprimirles, no necesitan películas ni literatura que les traten de recordar quiénes son o alejarse de su esencia, no necesitan dinero que les esclavice, no necesitan que alguien les enseñen por qué comportarse de una u otra manera…
Jaak Panksepp, padre de la Neurociencia Afectiva, estudió los fundamentos de las emociones humanas y animales que más tarde permitió profundizar en el estudio del origen emocional de nuestros comportamientos.
Las emociones determinan muchos aspectos de nuestra vida, nos marcan desde que estamos en el vientre materno porque escuchamos lo que está a nuestro alrededor y luego, si no hemos tenido la oportunidad de crecer en un entorno limpio emocionalmente, marcamos una personalidad que al ser mayores nos limita en unos aspectos y nos potencian en otros.
Para tratar de volver al origen de lo que éramos antes de ser alumbrados, debemos conectar con la inocencia, con el niño o la niña, madurar desde la inocencia y darle una nueva oportunidad a aquél o aquella que no supo gestionar lo que su entorno le ofrecía. Superar el dolor y el trauma desde una nueva visión, alejarnos de lo superfluo, conectar con lo básico, volver a lo simple.
Aprender a decir NO vuelve a crear nuevas rutas neuronales que nos permiten conectar con lo simple, con quienes somos, para desde ahí, activar nuestros verdaderos dones: poder conectar con una nueva mirada que cambie nuestro panorama, o lo que es lo mismo, la configuración neuronal original que nos permite ser quienes realmente somos, sin traumas ni dolor, desarrollando capacidades que nos permitan crear una realidad desde una consciencia superior.
La dualidad en la que vivimos hace que nuestro aprendizaje sea por vivir desde la experiencia y la observación, por el método de ensayo y error, hasta dar con lo que sí hace resonancia con nosotros y nos conviene para ese momento consciencial.
Nos dicen que “para atrás, ni para coger impulso”, sin embargo, debemos mirar atrás para revisar todos los pasos que nos han llevado a una realidad para vivir sin ilusión y avanzar. Reconocer nuestra historia y nuestros traumas, para trascenderlos, ya que si no es así, volvemos a repetir los mismos patrones, o sea, trabajamos bajo las mismas rutas o mapa neuronal que nos trajo a quienes somos y no nos lleva a ningún lugar nuevo.
Ser primitivos para tener una nueva consciencia, porque en lo simple está la verdadera magia. Tener la mente del principiante que se hace preguntas simples y calla su mente para que la respuesta aparezca por sí misma, sabiendo que toda la información tiene diferentes capas de entendimiento y debemos ir descubriendo las diferentes capas para escalar la pirámide de la conciencia hasta poder ver desde lo alto todo el panorama con una visión ampliada que nos permita ver todas las posibilidades a nuestro alcance.


